Tomé mi teléfono a las 10:00 am para escribirle a mi amigo B.
B es un chico trans que está transitando un camino de espinas hacia su aceptación.
Comparo su proceso con el que he pasado para aceptar que tengo una discapacidad (odio esta palabra).
B es muy inteligente, multipotencial y con mucha pasión por la vida. Es de esas personas que tienen tanto para dar que no entiendes como están a la sombra del árbol, cuando pueden ser el sol.
Nos habíamos retado a crear un proyecto con el que cada uno se sintiera cómodo.
Ambos proyectos tienen que ver con escribir.
—¡Hola! ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—¡Muy bien! Hoy hice un cambio al proyecto. Te paso el enlace para que le des un vistazo. Y tu proyecto, ¿cómo va?
—Lo eliminé. Ya no existe la cuenta de Twitter.
Me quedé de cuadritos. No me lo esperaba.
La borró sin haber probado si podría funcionar.
Quizás le pudo el miedo (puedo estar equivocada).
El miedo a no ser suficiente.
El miedo a fracasar.
El miedo a no tener nada que contar.
Mentiría si dijera que no he pasado por ello.
Hace poco inicié este blog y al día siguiente ya quería echarlo por un tubo.
Pero no lo hice.
Quiero hacer las cosas a pesar de la duda y luego poder tomar una decisión.
Y eso mismo le digo a todos los que quieren hacer algo y por lo que sea no lo hacen.
El hombre que pretende ver todo con claridad antes de decidir, nunca decide.
Henry Fréderic Amiel.
El origen de nuestras dudas paralizantes.
Una duda no surge de la nada. Ella tiene un camino recorrido hasta integrarse como una creencia.
Algunas nacieron en la infancia.
Nos han inculcado que todo tiene que ser perfecto.
Que nada vale la pena si no estamos en el primer lugar.
Y que no hay espacio para probar, equivocarse y aprender.
Si no hay seguridad de éxito, mejor no lo intentemos.
Eso decían.
Pero no es verdad.
Por más libros y curso que hagamos, nada supera la experiencia.
Te reto a imaginar un día en el futuro cuando tengas 80 años.
Miras al vidrio de la ventana que da hacia un parque. Tienes el pelo blanco y caminas con bastón porque ya no tienes las fuerzas de antes.
En el parque hay una chica o chico de la edad que tienes hoy haciendo alguna de las cosas que nunca te atreviste.
¿Cuántos arrepentimientos tocarían tu corazón en ese momento? ¿Cuántas lágrimas derramarías?
¿Vale la pena esperar hasta ese día?
Alguna vez leí por ahí que cuando nos vamos a dormir, vamos a una pequeña muerte.
Una muerte lúcida donde hacemos cosas que no nos atrevemos cuando estamos despiertos.
Decide hoy que los sueños dejen de ser parte de tus pequeñas muertes y se conviertan en realidad.
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